Habrá que aprender a vivir sin Sourrouille | Ricardo Carciofi, Oscar Cetrángolo y Jorge Lucángeli

29 Jul 2021
Nota de opinión en Alquimias Económicas

Hace unos días, el 21 de julio, falleció Juan V. Sourrouille. Es imposible evitar cierto deja vu al comenzar esta nota explicando lo difícil que es escribir sobre la trayectoria de un amigo que acaba de partir. Se repiten las sensaciones que tuvimos hace pocas semanas cuando nos despedimos de nuestro otro gran amigo BB Gómez Sabaini.

Juan fue un intelectual que excedía el campo específico de la economía, lo que lo hacía un economista de excelencia; autor de un libro fundamental en la comprensión de la economía argentina; fundador del sistema estadístico de nuestro país y propulsor de las estadísticas económicas en la región; ministro de economía durante un período fundacional de la recuperación de la democracia; armador institucional; asesor y consejero de quien tuviera vocación genuina para mejorar la vida de los argentinos; padre y abuelo ejemplar y, entre otras cosas, gran tipo.

En el frente académico, su obra más conocida es el libro que escribió con Richard Mallon y publicó en 1975, imprescindible para comprender La política económica en una sociedad conflictiva. El caso argentino. Tal vez muchos se detengan en el mensaje que se cifra en el nombre del libro y reconozcan el hallazgo de resaltar la idea de una sociedad conflictiva. Es apenas una puerta de entrada a un análisis sofisticado de las raíces de ese conflicto, sus consecuencias y la centralidad de las restricciones impuestas por el sector externo para la resolución de ese conflicto, que no se agota en el estudio del tipo de cambio.

Esa obra es, más allá de ser la más conocida y acabada, sólo un eslabón en su producción, que tiene sus referencias inevitables en la investigación que, junto con Oscar Altimir y Horacio Santamaría, hizo sobre los instrumentos de promoción industrial en la postguerra (publicado en 1967 en Desarrollo Económico), los trabajos sobre la historia de la industria argentina (publicados en el Boletín Techint), la industria automotriz, las empresas transnacionales, la experiencia sobre la política económica del proceso y numerosas investigaciones que despertaron su entusiasmo. Últimamente se había dedicado investigar sobre los balances de pagos durante el peronismo y estudios sobre el IAPI, las carnes y el trigo durante la presidencia del Gral. Perón. Quienes escribimos estas líneas somos testigos de que estos últimos trabajos los disfrutó enormemente, porque se dedicó a investigar minuciosamente la información y descifrar datos contradictorios. Era un investigador obsesivo y minucioso que no se detenía hasta no tener completamente dilucidado el tema. Pero no se preocupaba en llamar la atención con sus resultados, que compartía generosamente con quien quisiera continuar investigando.

En otra de sus facetas relevantes, fue un gran formador de equipos y poseía una inusual habilidad para comprender y organizar instituciones. Con apenas 30 años (muy joven para ocupar la Secretaría de Hacienda, según le dijeron) fue, en cambio, Secretario de Economía durante la gestión de Aldo Ferrer. Antes ya había disfrutado y se había preparado con los equipos del Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE), donde se formaron muchos de quienes luego trabajarían con él. Desde allí, además, ocupó un papel central en la conformación del sistema estadístico argentino siendo el primer director del INDEC. Esa experiencia luego le serviría para contribuir al desarrollo de las estadísticas en la región, desde la CEPAL.

Para la generación de economistas que nos tocó estudiar en la mediocre universidad del “Proceso” nuestra formación en macroeconomía se la debemos al dúo único que combinaba ingenio con talento para organizar cursos en el IDES: Juan y Adolfo Canitrot. Ahí asistimos a clases y conferencias únicas a cargo de esta combinación del ingenio y seducción de Canitrot con el talento exhaustivo (y obsesivo) de Juan. Ellos contaron, en sus diversas versiones, con el acompañamiento de Jorge Feldman, Roberto Frenkel, José Luis Machinea y muchos otros. El IDES y su revista Desarrollo Económico son legados de la cabeza organizativa de Juan (con el apoyo imprescindible de Getulio Steinbach), que durante los setenta y principios de los años ochenta, en tiempos muy difíciles, fueron esenciales en la generación de economistas que luego tendrían responsabilidades a la vuelta de la democracia.

De hecho, como es sabido, ocupó un lugar central en el gobierno que finalmente recuperó la democracia luego de décadas de gobiernos elegidos por el voto pero que acababan antes de tiempo, interrumpidos por golpes de estado. Precisamente, le tocó a él, luego de un paso fugaz por la Secretaría de Planificación desde fines de 1983 hasta principios de 1985, formar un equipo para manejar la economía en períodos turbulentos junto con los economistas que gozaban de su mayor confianza: obviamente, Adolfo Canitrot, Mario Brodershon y José Luis Machinea, junto con Daniel Heymann, Juan Carlos Gómez Sabaini, Roberto Frenkel, Luis Beccaria, Ricardo Carciofi y muchos más… Desde el manejo de la economía, hicieron todo lo que había que hacer para cumplir con el  objetivo central de ese gobierno: ser sucedido por otro gobierno democráticamente elegido. Solo la sintonía sin mezquindades entre Presidente y Ministro pudieron hacer posible ese cometido. Siempre tuvo claro que la gestión de la economía estaba puesta al servicio a la reconstrucción de la democracia.

Una vez finalizada su gestión, mantuvo una actividad intensa, aunque sin gran visibilidad. Solo quienes no lo conocieron o piensan que un ministro saliente debe tener un alto perfil mediático pueden suponer que dejó la actividad. Por el contrario, llevó a cabo una intensa labor participando en el asesoramiento legislativo y dispuesto siempre al diálogo con quienes tuvieran como meta la mejora en el bienestar de la sociedad, cualquiera haya sido su pertenencia partidaria.

De hecho, junto nuevamente con Mario Brodershon, Jesús Rodríguez y Raúl Baglini desarrollaron una nueva institución, esta vez para realizar y difundir estudios y análisis de políticas públicas y, en especial, asesoramiento a la Comisión de Presupuesto del Congreso. Las publicaciones de la Fundación Centro de Estudios para el Cambio Estructural (CECE) dan cuenta de su actividad, pero de manera muy incompleta, porque el trabajo desarrollado para mejorar el diseño y debate sobre políticas durante los años noventa excedió en mucho lo que muestran esas publicaciones.

Ciertamente, fue un período donde Juan renunció o redujo fuertemente su exposición pública, que, por otra parte, tampoco lo había caracterizado antes de ser ministro. Muchos piensan erróneamente que estar activo es aparecer en televisión o participar en las redes sociales. El no pensaba de esa manera y nunca quiso aparecer en papeles protagónicos. En todo caso, su placer era influir en el pensamiento de los que daban las batallas. De ahí que uno de sus legados sea el análisis de su experiencia en el Ministerio registrado en el archivo de historia oral de la Universidad de Buenos Aires. A lo largo de más de 7 horas de grabación, Juan va desgranando las múltiples aristas de lo que significaba hacer política económica en ese contexto. Es un documento de valor histórico y didáctico que nos ofrece otro rasgo de su personalidad: el rigor expositivo,  pero a la vez el relato ameno y reflexivo.

Siempre interesado por escuchar, discutir y aportar ideas a quienes entendía que trabajaban honestamente para el bienestar común, trató de evitar la exposición excesiva. Por ejemplo, entendía (y aconsejaba) nunca dar una entrevista si no se tuviera algo que decir sobre el tema en cuestión (nunca sobre las personas) y cuando se confiara en las buenas intenciones y profesionalismo del periodista en cuestión. Además, no encaraba una charla que consideraba importante sin antes puntear en pequeños trozos de papel los mensajes que quería transmitir. Sus opiniones eran fruto de una elaboración previa y la debida confrontación con la realidad. Prudente en el uso de la información que tenía, y que compartía solo en quienes confiaba que también participaban de la misma discreción y cautela -obviamente, en nuestro medio eso no fue siempre posible. La improvisación estaba fuera de sus posibilidades, era extremadamente exhaustivo. Tal vez por eso, se sorprendía, admiraba, y disfrutaba de quienes se manejaban con éxito en terrenos donde la improvisación tiene sus reglas y sabían llevarlas al límite. Su músico favorito era, precisamente, John Coltrane. Si quisiéramos sugerir la música a escuchar mientras recordamos a Juan, como haría Andrés López, sin duda sería A Love Supreme.

Probablemente, uno de sus logros más destacables haya sido su empeño en la formación de profesionales en economía. Todos los que trabajamos con Juan experimentamos un salto en nuestra capacidad profesional. Aprendimos a trabajar en economía y comunicar nuestras ideas con precisión y fundamento. Hacer análisis económico con Juan era adentrarse minuciosamente a examinar datos, presentar los conceptos sin fisuras y participar en grupos de trabajo que lograba aglutinar con gran habilidad, donde se esperaba (no siempre se logró) que cada uno de ellos lograra dejar a un lado sus vanidades personales. Muchos de estos grupos han perdurado y, en muchos casos, se reunían periódicamente a debatir cuestiones de política económica.

Somos muchos los que extrañaremos su presencia. Juan era un habitual referente de muchos de nosotros al que recurríamos frecuentemente. Éramos varios los que antes de dar a luz algún escrito se lo mandábamos con la premisa “¿qué te parece, Juan?”. O mandarle una nota o un artículo de otro con la pregunta “¿qué opinás de esto, Juan?”. Con su característica generosidad, respondía de inmediato. Y, generalmente, con alguna acotación o comentario que a uno se le había pasado por alto. Ahora nos tocará preguntarnos “¿Qué hubiera dicho Juan de esto?”

Se nos ha ido un ser humano excepcional. De principios éticos intachables y cuya lealtad a valores y personas era inquebrantable. Es una pena que nuestra sociedad se haya acostumbrado con demasiada frecuencia al elogio vacío y desmesurado.  Nos dejan sin palabras para hablar de quienes sí se lo merecen…

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