COLUMNA A ROBERTO BISANG

02 Oct 2017
BLOG ALQUIMIAS ECONÓMICAS

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Del Chacarero de Molina Campos a Don Zoilo 3.0: ¿quién es el productor agropecuario?

Es habitual escuchar diversas referencias a “los productores agropecuarios”; nos focalizaremos en el tema para hacer algunas reflexiones sobre este agente económico conocido, en la historiografía local, con diversas denominaciones: “chacareros”, “colonos”, “terratenientes”, “productores agropecuarios” “agricultores familiares” y más recientemente… “pooles de siembra”, “contratistas”, “empresas de producción agropecuaria”, “empresas de agronegocios”. Razones de decoro académico nos eximen de comentar los calificativos que suelen adjetivar a cada concepto. El tema es relevante para identificar quién es el sujeto agrario epicentro de cambios productivos y tecnológicos y el destinatario de las medidas de políticas públicas (y especialmente sus repercusiones últimas).  Adelantamos que el perfil del “sujeto agrario” ha cambiado radicalmente; sostenemos que buena parte de la conducta actual de la actividad depende de las características estructurales del mosaico (red) de agentes que pueblan (y/o…deciden sobre?) el “campo” contemporáneo.

¿Rehenes conceptuales del pasado?

Los conceptos tradicionales surgieron como respuesta analítica a un realidad tecno-productiva que, hasta hace unas pocas décadas, dividía el uso de la tierra entre el agro (trigo, maíz, sorgo, lino y otros cultivos- la soja ingresó tímidamente en los años 80) y ganadería; en el marco de un esquema de rotación pluri-anual se acuño un término tan argentino como el mate y el dulce de leche: agropecuario (sin – entre palabras). La ganadería, localizada parcialmente también en dicha área, estaba segmentada entre criadores –etapa inicial– e invernadores –engorde– de centenarias razas en base a alimentación pastoril. A su vez, la lechería también trabajaba preponderantemente sobre la base de pasturas naturales y completaba la trilogía de actividades núcleo de la zona pampeana. Los productores (“chacareros”, “ganaderos”, “invernadores”, “tamberos”, “agropecuarios”) operaban con una alta integración vertical de las actividades (tierras y equipos propios, semillas de auto-reproducción, reproductores autoseleccionados, escaso uso de biocidas y fertilizantes, y fuerte presencia de mano de obra familiar); como tal, su contribución –vía multiplicador de gasto y/o inversión–al resto de la economía resultaba acotada. El agente decisor era el productor agropecuario en base al control de buena parte de los medios de producción. El campo –como unidad productiva– quedaba confinado por el alambrado; ser del campo era vivir en el campo y unir la producción a las vicisitudes climáticas y los ciclos biológicos. Los almanaques ilustrados por el genial Molina Campos fueron una traducción exacta a la percepción popular de estos brochazos académicos.

Repensando la organización y el “sujeto agrario”

Campo de surcos geométricos, mega instalaciones de almacenamiento y procesamiento en los cruces de rutas y caravanas de máquinas agrícolas encabezadas por las infaltables camionetas son parte habitual del paisaje que (sólo para el ojo entrenado) fue perdiendo el alambrado como diferenciador del horizonte. Diversos cambios estructurales llevaron al surgimiento y predominio de un modelo caracterizado por la organización en red donde se inscriben varios agentes económicos (involucrados e interesados) en las producciones agrarias. Esto obliga a repensar categorías analíticas (Anlló y Bisang, 2016)[1].

Una descripción estilizada y reduccionista señala el predominio de un modelo de organización de la producción con nuevos fundamentos:

• Escisión de la propiedad de la tierra del decisor productivo. Quien lleva adelante (decide) la actividad productiva ya no es sólo quien posee la propiedad de la tierra (terratenientes); existen empresas que coordinan capital financiero, deciden las actividades a desarrollar y contratan tierras y servicios para llevarlas a cabo (las empresas de producción agropecuaria). Aproximadamente 2/3 de la superficie implantada se desarrolla sobre tierras arrendadas; similar perfil comienza a verificarse en actividades como la lechería, la ganadería e incluso los cultivos regionales. En el otro extremo, poseedores de recursos financieros, tecnológicos e inmobiliarios aportan sus respectivos capitales. Son parte del campo…pero no viven en el campo.

• La subcontratación masiva de actividades. Se profundiza la tercerización de las actividades de la otrora explotación agropecuaria y cobran mayor presencia los proveedores de servicios (los contratistas). Se trata de un universo de unas 14/15 mil empresas especializadas en la prestación de diversos servicios (siembra, fumigación, cosecha) que se movilizan a lo largo de las diversas zonas agrícolas siguiendo la ruta climática y los ciclos de cosecha; son además una autopista para la difusión de innovaciones; de paso reconfiguran, en gran medida, el perfil de ocupación previo. Son responsables de poco más de 70% de las labores rurales. O sea, son parte del campo…pero no tienen tierras.

• Se desverticaliza el uso de insumos. Los proveedores de insumos industriales ocupan el centro del armado de la función de producción de las actividades biológicas asociadas con el uso del suelo y su respectivo ambiente (¿…nueva definición de “lo agropecuario”?). Se trata de un casi un millar de empresas semilleras (facturan unos 1.100 millones de dólares anuales); varias decenas de –concentrados- proveedores de fertilizantes, herbicidas e insecticidas, y su respectiva red comercial de distribución (anotan en conjunto unos 3800/4000 millones de dólares). Siguiendo la ruta de la producción, existen más de 1.400 Centros de Servicios Agropecuarios que venden y distribuyen insumos…y además proveen asesoramiento técnico y financian alrededor de 1/3 del ciclo productivo!!! O sea que, para este bloque, el negocio depende del clima, de la marcha de la producción, del pulso innovador (de contratistas y empresas de producción agropecuaria) y… de la cotización de los granos en Chicago. Tampoco tienen tierras, pero su suerte está atada a la del campo (Bisang, Anlló, Campi, 2010).

Un paso más allá

Los servicios de transporte vial –se estima que se realizan unos 3 millones de viajes anuales por un valor de unos 1.200 millones de dólares- son otra parte vital del sistema. Aguas abajo –entre el campo y el pueblo– hay una creciente cantidad de empresas de comercialización, almacenamiento y acondicionamiento de granos y cereales. En esos espacios, también se han desarrollado más recientemente varias centenas de emprendimientos de molienda y extrusado de granos por parte de empresas agropecuarias que integran eslabones industriales a sus actividades (alimentos balanceados, bioenergía y otros productos). O sea “la nueva ruralidad” anclada a la vera de pueblos y ciudades intermedias que se destacan por sus imponentes construcciones.

Extrañando la pintoresca y perceptiva mirada de Molina Campos, el gráfico intenta (modestamente) capturar la compleja estructura de la red.



A partir de esta estructura, los intercambios (productivos, comerciales, tecnológicos) se sustentan mayormente en contratos, a la vez que la tecnología gana relevancia como sustento de la competitividad; buena parte de las innovaciones provienen de la industria y de los servicios. Dinámicamente se trata de una red de contratos cuyos contenidos tienden a nominarse en productos –la segunda unidad monetaria de referencia del sector…el quintal de soja-, con lapsos guiados por la duración de los ciclos biológicos y los cambios climáticos. La empresa de producción agropecuaria –que ahora computa el costo de oportunidad de la tierra- es el eje decisorio de la red; como tal es el epicentro del sistema impositivo y regulatorio. Pero sólo una parte de la red. De esta forma la producción de bienes relacionados con el uso de la tierra ha ido ampliando la cantidad de agentes económicos y actividades que, de manera directa o indirecta, aportan al negocio.

¿Qué es ser del campo hoy? Indudablemente, el lugar físico donde se desarrolla la producción sigue siendo la tierra, pero ahora quien motoriza la actividad –la empresa de producción agropecuaria– no es habitualmente (y en su totalidad) su dueño ni tampoco quien vive in situ; los proveedores de servicios (que antes estaban en la chacra y formaban parte de la “agricultura familiar”) tampoco viven en el campo. Los centros de servicios (proveedores de insumos), los silos fijos y las empresas de acondicionamiento y calificación de granos, varios casos de transformación industrial como asimismo el transporte, necesariamente se ubican cerca de las explotaciones, pero no dentro de ellas. “Ser del campo” hoy es estar involucrado en el negocio del campo en sus muy diversas y complejas sub-actividades. Hay múltiples agentes decisores que giran sobre el epicentro de la Empresa de Producción Agropecuaria.

La red como sujeto agrario

Esta nueva realidad conduce a adoptar un enfoque de red (en lugar de sector) para el análisis de su complejidad, ya que el agricultor tradicional ha sido reemplazado por múltiples formatos empresarios, que, más allá de sus rivalidades comerciales, se ven entrelazados por el interés común de una mayor renta. Su reparto tiene el ADN de la estructura organizacional de la producción, comercialización, innovación  y posterior acondicionamiento e industrialización.

[1]Anlló G. y Bisang R. “Da economía agrária à bioeconomia: repensando as abordagens para a análise das modernas agriculturas sul-americanas” 23-42 pags. en BÜHLER EveAnne, GUIBERT Martine e OLIVEIRA Valter L. (Organizadores).Agriculturas empresariais e espaçosrurais na globalização. Abordagens a partir da América do Sul. Porto Alegre: Editora da UFRGS, Nov. 2016.

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