Coronavirus: Los verdaderos padres de la pandemia | Ariel Coremberg

06 Apr 2020
Entrevista en el diario La Nación.

Integrante/es: Coremberg, Ariel
El mundo está entrando en una de las recesiones más profundas de la historia contemporánea. La mitigación de la pandemia exige medidas drásticas inéditas de confinamiento de la población cuyas consecuencias económicas podrían persistir a mediano plazo. Para entender la crisis, adoptar las medidas adecuadas, e inclusive para obtener resarcimiento emocional conviene dilucidar su origen.

¿Por qué afirmamos que el origen de la pandemia hay que encontrarla en las paradojas del desarrollo de la economía china, así como su posterior contagio internacional en la crisis financiera global del 2008?

El capitalismo autoritario chino prohijado por las reformas promercado implementadas por Deng Xiaoping a fines de la década del '70 provocó un desarrollo económico inédito que originó la masiva migración del campo hacia las megaciudades, permitiendo atender la demanda de mano de obra en la industria a salarios bajos y posteriormente acrecentar los ingresos de una nueva clase media asociada al sector servicios, que a su vez impactó en el auge del turismo internacional.

Paradójicamente, el desarrollo económico acelerado fue más rápido que la adaptación cultural, social y sanitaria. La proliferación de los llamados "wet markets" en zonas urbanas normalizó el consumo de todo tipo de animales, costumbre presente cuyo origen se remonta a las grandes hambrunas históricas de la China tradicional campesina. Estos mercados, al no ser controlados adecuadamente a nivel bromatológico, habrían originado el actual coronavirus .

Sin embargo, la expansión de la pandemia no se puede atribuir solamente a su origen sino a la imprevisión y falta de liderazgo de la mayoría de los países desarrollados.

La crisis financiera global del 2008 todavía tiene consecuencias en el presente. Una de sus principales consecuencias ha sido el surgimiento de los presentes liderazgos populistas en las principales democracias de los países desarrollados a partir de la crisis de representación política debido al importante deterioro de las condiciones económicas y sociales inédito para toda una generación que se encuentra desilusionada respecto de las promesas de la globalización.

Los presidentes populistas han demostrado una orientación antiglobalización de corte nacionalista y en algunos casos xenófobas, despreciando la importancia de las instituciones multilaterales internacionales tales como la Organización de Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud y hasta la OTAN, aprovechando cierto deterioro reputacional aparejado por el funcionamiento autónomo de sus burocracias, que terminaron por desproveerlas de presupuesto y capital humano.

Así, cada país ha reaccionado tardíamente por su cuenta. Hasta el presente, el G7, el G20, los Brichs y Mercosur no se han reunido. Más aún, la Unión Europea no ha tenido un rol central en la crisis sanitaria. Por lo tanto, la respuesta a esta crisis es más acotada e incierta que la respuesta multilateral global a la crisis del 2008.

Paradójicamente, la expansión imprevista del coronavirus se debe no tanto a una falla la globalización, sino a la desconfianza mutua de los liderazgos populistas de los principales países desarrollados durante la última década.

La resolución definitiva de la pandemia y sus consecuencias económicas, así como la prevención de posibles pandemias futuras requieren del fortalecimiento de los organismos multilaterales que permitan una mayor coordinación internacional de las políticas públicas.ß

El mundo está entrando en una de las recesiones más profundas de la historia contemporánea. La mitigación de la pandemia exige medidas drásticas inéditas de confinamiento de la población cuyas consecuencias económicas podrían persistir a mediano plazo. Para entender la crisis, adoptar las medidas adecuadas, e incluso para obtener un resarcimiento emocional, conviene dilucidar su origen.

¿Por qué afirmamos que el origen de la pandemia hay que encontrarlo en las paradojas del desarrollo de la economía china, así como su posterior contagio internacional en la crisis financiera global de 2008?

El capitalismo autoritario chino prohijado por las reformas promercado implementadas por Deng Xiaoping a fines de la década del 70 provocó un desarrollo económico inédito que originó la masiva migración del campo hacia las megaciudades, lo que permitió atender la demanda de mano de obra en la industria a salarios bajos y posteriormente acrecentar los ingresos de una nueva clase media asociada al sector servicios, que a su vez impactó en el auge del turismo internacional.

Paradójicamente, el desarrollo económico acelerado fue más rápido que la adaptación cultural, social y sanitaria. La proliferación de los llamados "wet markets" en zonas urbanas normalizó el consumo de todo tipo de animales, costumbre presente cuyo origen se remonta a las grandes hambrunas históricas de la China tradicional campesina. Estos mercados, al no ser controlados adecuadamente a nivel bromatológico, habrían originado el actual coronavirus.

Sin embargo, la expansión de la pandemia no se puede atribuir solamente a su origen, sino a la imprevisión y falta de liderazgo de la mayoría de los países desarrollados.

La crisis financiera global de 2008 todavía tiene consecuencias en el presente. Una de sus principales consecuencias ha sido el surgimiento de los liderazgos populistas en las principales democracias de los países desarrollados a partir de la crisis de representación política debido al importante deterioro de las condiciones económicas y sociales, algo inédito para toda una generación que se encuentra desilusionada respecto de las promesas de la globalización.

Los presidentes populistas han demostrado una orientación antiglobalización de corte nacionalista y en algunos casos xenófoba, despreciando la importancia de las instituciones multilaterales internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud y hasta la OTAN. Para hacerlo aprovecharon cierto deterioro reputacional aparejado por el funcionamiento autónomo de sus burocracias, que terminaron por desproveerlas de presupuesto y capital humano.

Así, cada país ha reaccionado tardíamente por su cuenta. Hasta el presente, el G-7, el G-20, los Brics y el Mercosur no se han reunido. Más aún, la Unión Europea no ha tenido un rol central en la crisis sanitaria. Por lo tanto, la respuesta a esta crisis es más acotada e incierta que la respuesta multilateral global a la crisis de 2008.

Paradójicamente, la expansión imprevista del coronavirus se debe no tanto a una falla de la globalización, sino a la desconfianza mutua de los liderazgos populistas de los principales países desarrollados durante la última década.

La resolución definitiva de la pandemia y sus consecuencias económicas, así como la prevención de posibles pandemias futuras, requiere del fortalecimiento de los organismos multilaterales que permitan una mayor coordinación internacional de las políticas públicas.

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