La economía durante la Guerra de Malvinas | Martín Cuesta

02 Apr 2020
Entrevista en el portal de noticias Saldo a Favor

Integrante/es: Cuesta, Eduardo Martín
Por Pablo Fernandez 

Se calcula que el país gastó 900 millones de dólares en el conflicto con Inglaterra. Pero el impacto en la población no se sintió en el momento. Las consecuencias vendrían de la mano de las restricciones exteriores, las cuales saldrían a flote con la llegada de la democracia.

La economía de la Argentina previa a la Guerra de Malvinas iba de la mano del típico plan de ajuste que tantas veces se implementó en el país, pero a partir del desembarco en las islas, las variables no fueron las mismas, y el plan tampoco. “En el caso de la guerra de Malvinas, quien fuera Ministro de Economía en ese entonces, Roberto Alemann, declaró que no supo nada de la invasión a las islas hasta el mismo 2 de abril, lo cual no le dio tiempo de prever determinados cambios”, cuenta Martín Cuesta, investigador del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP) de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Esta ignorancia acerca del conflicto bélico que se avecinaba “hizo que el plan que había implementado durante los meses de enero, febrero y marzo, un plan de ajuste con contracción del gasto público y de la oferta monetaria y control de la inflación, se viera modificado por completo”, analiza Cuesta, quien también es Doctor en Historia de la UBA.

“El 2 de abril fue viernes y esa mañana se llevó a cabo la reunión de gabinete de crisis, y a Alemann lo sorprendió que ese día se produjo una corrida bancaria. Luego diría, en el programa Tiempo Nuevo, con Bernardo Neustadt y Mariano Grondona, ‘a los argentinos les gusta ir a la guerra con efectivo en el bolsillo’. Esa corrida bancaria significó también una corrida cambiaria, donde salían pesos de los bancos e iba a parar a los dólares”, narra Cuesta, quien está en pleno proceso de escritura del capítulo de un libro sobre la economía de Malvinas.  

La financiación de la guerra, a nivel local, “se llevó a cabo a través del aumento de determinados impuestos directos, del freno de las contrataciones del Estado y la obra pública, y se equilibraron las cuentas. El control del precio de cambio se llevó a cabo con una medida típica de economía de guerra, que solo dejó que salgan dólares del sistema para operaciones concretas, con fechas y montos ya estipulados. En cuanto a los depósitos, que aumentaban con las noticias buenas del frente de batalla y bajaban ante noticias malas, el Ministerio de Economía subió y bajó los encajes e intereses, para mantener el nivel de depósitos. Estos aumentos de impuestos y reducciones de gastos, llevaron a decir a Alemann que la guerra no se pagó con las arcas del Estado”, dice Martín Cuesta.

“Financiar la guerra costó unos 900 millones de dólares, según Manuel Solanet, Secretario de Hacienda de aquel entonces. También declaró que la guerra no generó déficit fiscal porque se pagó con recursos genuinos. Y que la gran pérdida económica del país había sido en equipos. El cálculo de lo que le significó a Inglaterra lo hizo el New York Times, que dijo que había sido de 500 millones de dólares. Aunque para mí se quedó un poco corto. Porque si bien no tuvo tantas pérdidas en equipos, sí la tuvo en logística”, opina el especialista.

¿Los impuestos que se aumentaron, sobre quiénes recayeron? La respuesta la tiene Cuesta: “Los aumentos de impuestos fueron un tema sensible, por eso, ciertos productos de consumo masivo no recibieron la carga impositiva. Sí los recibieron algunos artículos suntuarios. Además, los salarios públicos estaban congelados y Alemann congeló también los privados. Además, hubo una retórica, un discurso y una movilización política nacionalista que el gobierno de Galtieri se encargó de llevar adelante. La multipartidaria Nacional, que integraba los principales partidos políticos, apoyó la guerra de Malvinas. Sus únicos detractores fueron Alvaro Alsogaray y Raúl Alfonsín”. Por lo que ese gran consenso político, sumado al discurso nacionalista, permitieron crear las condiciones para que la población no recibiera de tan mala manera las noticias económicas.

Otro aspecto que no jugó en contra de la Argentina en ningún aspecto, incluido el económico, “es que las acciones no se llevaron a cabo en el continente. Es verdad que hubo una movilización de tropas hacia la zona patagónica, pero la guerra se desarrolló en las Islas Malvinas y sus alrededores. Mucho peores hubieran sido las consecuencias si se trasladaba a la parte continental”, agrega el historiador.

En el plano internacional

Las noticias tampoco eran alentadoras puertas afuera del país. “Inglaterra tomó una medida, que trascendió mucho, y que fue embargar los bienes de argentinos en aquel país. Pero lo que más sufre la Argentina es el bloqueo externo, mediante el cual no puede exportar ni importar, incluso se le bloquean las operaciones que están en tránsito. Además, con el criterio de que las Malvinas forman parte de su territorio, Gran Bretaña insta a los países de la Comunidad Económica Europea a plegarse al bloqueo y, unos días después de comenzada la guerra, lo logra. Entonces, el primer padecimiento es el shock externo”.

A este problema de la balanza comercial hay que sumarle el de la deuda externa. “Unos meses antes de la guerra, Alemann había negociado un roll over de la deuda y los intereses que vencían en el 82, y consiguió dinero para financiar el déficit. Con el inicio de la guerra ese acuerdo se cayó. Por otra parte, al tener la balanza comercial semi bloqueada, también tuvo inconvenientes para acceder al financiamiento vía comercial”, detalla el investigador.

“En definitiva, podríamos decir que la economía, a nivel local, no sufre las consecuencias de la guerra. El equipo económico sobrellevó la situación con un plan ortodoxo y alguna salida un poco más heterodoxa. De hecho, el principal impacto económico del conflicto fue externo, con una gran restricción de bienes y de capitales”, cuenta Martín Cuesta.

Por eso, los principales efectos negativos de la guerra, a nivel económico, se ven recién después del conflicto. Detalla Cuesta: “Tras la derrota y el pase a retiro de Galtieri, todos los indicadores económicos se disparan. Caen los depósitos como nunca antes, vuela el tipo de cambio, se produce una fuerte devaluación y los precios se desbocan. Todo esto se produce, no solo por la derrota bélica, sino también por la deslegitimación política de autoridad y un humor social que ya no era el mismo”.

“Por si fuera poco, el problema de la deuda externa seguía vigente”, sostiene y amplía: “Para tener idea de la magnitud del escenario, las exportaciones argentinas cayeron, en volumen, al 30% de lo que se exportaba. Lo cual derivaba en ausencia de dólares, por lo que también se complicaban las importaciones, al no tener esos dólares para efectuar las compras al exterior”. “El gobierno militar de Bignone, se reconoció como un gobierno de transición, por lo que dijo no sentirse con la legitimidad suficiente para llevar adelante ningún tipo de ajuste económico. Con lo cual el PBI argentino creció durante 1983, pero lo hizo a partir del crecimiento del consumo y la emisión. No se pagó la deuda, se consiguió un préstamo del FMI y así pudo estabilizar todo para que la transición sea ordenada, sin tener en cuenta el déficit. Podríamos decir que es la fiesta de salida de la dictadura militar. Después le tocó a Raúl Alfonsín tomar aquella pesada herencia”, concluye Martín Cuesta

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