Entrevista a Priscila Ramos

10 Jul 2019
SALDO A FAVOR

Por Pablo Fernández 

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Acuerdo Mercosur – Unión Europea: ¿Qué nos depara el destino?

Poco es lo que se sabe hasta ahora acerca de este tratado comercial. Para entender un poco mejor sus posibles consecuencias, recurrimos a escenarios simulados realizados por la investigadora Priscila Ramos, los cuales pueden ser todo un indicio.

El anuncio del acuerdo comercial entre el Mercosur y la Unión Europea generó, hasta ahora, más dudas que certezas. Y todo hace pensar que, al menos hasta que no salga a la luz letra chica del mismo, la planificación de posibles resultados solo será producto de conjeturas varias. De allí la importancia de conocer los resultados de simulación de este escenario a través de modelos de Equilibrio General Computados (EGC), como el que llevó a cabo la Dra. en Economía Priscila Ramos, docente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA e investigadora del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP UBA-CONICET).

“Estas simulaciones se vienen haciendo y actualizando todo el tiempo, porque se habla de un posible acuerdo económico entre el Mercosur y la Unión Europea desde hace más de 20 años. Son diferentes tipos de modelos y simulan escenarios que no son exactamente iguales, por eso los resultados no son los mismos. Unos modelos son estáticos y otros dinámicos. Es decir, unos simulan el cambio hoy, de una vez y para siempre. Y los otros lo van haciendo año por año hasta llegar a una década”, explica Ramos.

Las simulaciones a las que hace referencia la economista se pueden apreciar con claridad en la Tabla 1. Allí se refleja -en todos los casos- un aumento de las importaciones y exportaciones, tanto del Mercosur en general, como de la Argentina en particular, así como de la Unión Europea. Y también un incremento, en casi todas las simulaciones, del PBI de ambas regiones.

“Algunas de las simulaciones incluyen escenarios en los que los aranceles fueron llevados a cero en su totalidad, incluso sin presencia de cuotas de importación. Otros simulan escenarios algo más cercanos a la realidad, donde los productos menos sensibles pasan a no tener arancelamientos y, para los que son sensibles, se les simuló una reducción de aranceles o cuotas”, comenta la investigadora. Y aclara que “los productos sensibles son aquellos más vulnerables de cada sector de la economía frente a la apertura del comercio. Por ejemplo, el sector automotriz es muy sensible para nuestra economía. Por el contrario, los productos agrícolas que se pueden importar desde la Unión Europea no afectarían áreas sensibles, ya que en este rubro el Mercosur es muy competitivo y se les puede abrir el mercado a los europeos sin ningún problema”, explica la Dra.

De carne somos

“Con respecto a la carne que exportamos a Europa va a seguir rigiendo la cuota Hilton. El arancel que se cobra a las carnes que exportamos por debajo de la cuota que tiene la Argentina, que es de 29 mil toneladas y media, hoy paga un 20%. Ese porcentaje se va a reducir y el cupo se va a aumentar. Pero lo que hoy se cobra por sobre el excedente de la cuota, que es más de 3 mil euros por tonelada (alrededor del 100% de arancel), todo hace pensar que no se va a tocar, y esto es lo que más le limita el comercio de carnes a la Argentina”, relata Ramos.

La incidencia de la exportación de carnes para el mercado argentino queda en claro en la Figura 1, realizada por Priscila. “En el eje vertical se puede apreciar el incremento de las exportaciones a partir de cada uno de los productos que se podrían incorporar, que son los que se ven en la línea horizontal. Si se incorpora el producto 1, que es carne bovina fresca sin hueso de corte trasero, el incremento es del 30%. Si a esto se le agrega el producto 2 -que es igual al primero, pero de carne congelada- entre los dos productos, casi llegan a un incremento del 40% de las exportaciones. Los otros 28 productos restantes sumados, apenas agregarían un 4% adicional”.

Esta simulación se hizo teniendo en cuenta que la Unión Europea nos llegase a conceder arancel cero y no nos aplicase cuota alguna, “algo que es imposible que suceda”, comenta Priscila. “Lo que nos concedería Europa en el acuerdo a futuro sería una cuota con un arancel un poco más bajo, pero con cuota al fin”, agrega Ramos, quien llevó a cabo sus investigaciones y posteriores simulaciones en base al detalle de las ofertas comerciales de tratados de comercio que se presentaron en otras oportunidades y que no habían llegado a buen puerto.

Es que “cuando se habla de un acuerdo bilateral o regional y que el mismo sea aceptado por la Organización Mundial de Comercio (OMC), lo que se firme debe implicar la liberalización de ´lo sustancial del comercio´. Llevado a la práctica, esto sería más del 90% del comercio bilateral. En las negociaciones anteriores no se había llegado a cubrir ese porcentaje porque la lista de los productos sensibles de cada uno de los países era amplia y había muchas excepciones”.

Pero a medida que pasó el tiempo, hubo un mayor acercamiento a la vez que empezaron a aparecer nuevos temas. “Inicialmente se habló de aranceles industriales, después se agregaron los agrícolas y ahora ya hablamos de liberalización de servicios, propiedad intelectual, patentes, normas sanitarias y fitosanitarias y reglamentación ambiental. Por lo que el acuerdo dejó de ser solo de comercio para abarcar a todos estos aspectos”, subraya la investigadora.

“Desde lo ambiental y desde la salud pública, ambiental y animal, la Unión Europea tiene un principio en el que se sustentan sus argumentos para no dar lugar a la liberalización, y es el de precaución. Esto quiere decir, por ejemplo, que en tanto y en cuanto no se pruebe, por ejemplo, que las semillas de soja transgénica o algún tratamiento genético u hormonal, no generen daño a la salud humana ni daños al animal, esos productos no los van a importar”, afirma Ramos, quien cree que esto “nos va a exigir adaptarnos a ciertos estándares internacionales, por lo que también se van a ver beneficiados los consumidores locales. Seguramente va a ser costoso para el productor y va a implicar un cambio de tecnología, pero va a ser la manera que va a tener de salvar esas barreras comerciales y así ingresar a los mercados europeos”.

Está claro que va a haber sectores que saldrán más beneficiados que otros, pero esto no es ninguna novedad en este tipo de acuerdos. “En el mejor de los casos, en el agregado de la economía todos pueden mejorar su bienestar, pero si vamos al aspecto distributivo, tanto a nivel de distribución funcional del ingreso, como a nivel sectorial o personal, no todos van a ganar. Por eso, sabiendo que todo acuerdo tiene beneficios, pero también costos, lo que se busca es que, en el neto agregado, sea beneficioso. De ahí la importancia del detalle de las negociaciones, que no son menores en el resultado final de la negociación”.

Por eso, para tener una buena evaluación del impacto de lo que se acordó es necesario conocer en detalle la letra chica del acuerdo. Así lo define Priscila Ramos: “La inclusión o exclusión de algunos de los productos, sobre todo de los más sensibles, y saber qué aranceles se les termina cobrando, puede cambiar sustancialmente los resultados del acuerdo para nuestro país. Como dice el dicho, el diablo está en los detalles”.

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