Columna de Marcelo Rougier
Cómo fue el plan de Perón contra el agro y la especulación que mencionó
Cristina Kirchner en la Feria del Libro
Urgido por la precaria salud de Eva Perón, por el levantamiento militar
de setiembre de 1951 pero también por implementar un programa económico de
ajuste, Juan Domingo Perón dispuso que las elecciones presidenciales
se realizaran en noviembre, tres meses antes de lo previsto; el triunfo del
gobierno alentaba tomar medidas más enfáticas sin mayores costos políticos, al
menos en términos inmediatos
El Plan de Estabilización de febrero de 1952, también conocido como Plan
de Emergencia, y una más decidida "vuelta al campo" a partir de
entonces habrían de contrastar con la política inicial de expansión monetaria,
fiscal y salarial, y de transferencias hacia las actividades manufactureras.
El plan fue estructurado con el objetivo de resolver los dos problemas
económicos cruciales del momento: el estrangulamiento externo, que se producía
por la falta de divisas, y el incremento sostenido de los precios, resultante
del aumento de los costos salariales y la política expansiva. Las medidas
para atacar esos dos frentes estaban combinadas e incluían una mayor producción
agropecuaria, la reducción de las importaciones y la austeridad en el consumo,
que permitía mayores saldos exportables y también contenía las presiones
inflacionarias.
En consecuencia, la restricción monetaria se hizo mucho más fuerte y se
aumentó la tasa de interés con el objetivo de incrementar el ahorro interno y
la demanda de créditos. Las tarifas de las empresas públicas se elevaron y
la política fiscal fue claramente restrictiva, alejándose de las prescripciones
keynesianas. La contracción de las erogaciones se concentró en los gastos
de capital, afectando el programa de obras públicas encarado, pues los gastos
corrientes estaban asociados al sostenimiento del empleo público, que era
funcional a objetivos prioritarios del gobierno; también se recortó
sustancialmente el presupuesto militar. Finalmente se incrementó el impuesto a
las ventas en el ámbito nacional dando inicio a una política impositiva menos
progresiva.
Una Comisión Nacional de Precios y Salarios acentuó el control sobre los
precios de los productos a través de campañas que buscaban combatir "el
agio y la especulación", criminalizando a aquellos que aumentaban los
precios o acaparaban mercancías en un contexto signado por la escasez de
algunos bienes. Por su parte, los salarios fueron congelados por dos años
con el propósito de contener la presión sobre los precios y deprimir el consumo (y
así alentar mayores saldos exportables y quitar presión sobre los precios
internos); en adelante los aumentos se vincularían a los incrementos en la
productividad del trabajo. Se trataba de un cambio trascendente respecto a la
generosa política de ingresos de los primeros años cuando el Estado
directamente había determinado o estimulado la recomposición salarial y de un
diagnóstico que enfatizaba en los costos para explicar la inflación.
En su estilo Perón reseñaba las
nuevas circunstancias: "La economía justicialista establece que de la
producción del país se satisface primero la necesidad de sus habitantes y
solamente se vende lo que sobra, nada más. Claro que aquí los muchachos,
con esa teoría, cada día comen más y consumen más y, como consecuencia, cada
día sobra menos. Pero han estado sumergidos, pobrecitos, durante cincuenta
años; por eso yo los he dejado que gastaran y que comieran y que derrocharan
durante cinco años todo lo que quisieran; se hicieran el guardarropa que no
tenían, se compraran las cositas que les gustaban, y se divirtieran también (…)
pero, indudablemente, ahora empezamos a reordenar para no derrochar más".
Y su esposa Eva agregaría poco antes de morir: "El General
Perón nos ha expuesto su Plan Económico, nos ha dicho lo que tenemos que
hacer. A cada argentino le toca su parte, grande o pequeña, en la inmensa
tarea de consumir menos y de producir más".
En una serie de atípicas medidas el gobierno impuso la producción
de pan con afrecho de maíz y mijo para evitar importar en esas
particulares condiciones trigo desde los Estados Unidos que hubiera debido
pagarse con los escasos dólares disponibles. Con todo, se firmó un
contrato con ese país para el intercambio de trigo por maíz que fue exportado a
Francia por cuenta de los Estados Unidos. También el gobierno dispuso que no se
distribuyese en el mercado minorista carne ni vendiese en los restaurantes un
día de la semana, y que el 10% del total de cabezas sacrificadas fuese
preservado con el propósito de cumplir los compromisos de exportaciones.
También dejó de servirse café a los empleados públicos, que consumían el 25% de
lo que se importaba en ese rubro.
Esta política de extrema austeridad se acompañó con el establecimiento
de tipos de cambio favorables a las exportaciones agropecuarias y restricciones
a las importaciones con el propósito claro de superar el déficit de la balanza
comercial. Se otorgaron cambios preferenciales a los importadores de
maquinarias agrícolas y para algunos productos de exportación tradicionales. También
a partir de 1952 se otorgaron tipos de cambios especiales destinados a alentar
las exportaciones de tejidos de algodón, productos químicos y
electrodomésticos. Pero no hubo una devaluación global que hubiera supuesto una
transferencia masiva de ingresos al campo al precio de una recesión mayor en
las actividades industriales.
Como la idea era que se estaba frente a una economía recalentada por el
"exceso de consumo", el ahorro se ubicó al menos claramente desde
1952 como tema medular en el escenario económico, con la capacidad de cumplir
un papel articulador fundamental: por un lado permitía reducir el consumo
y de ese modo frenar la presión sobre los precios además de morigerar los
problemas del sector externo al acrecentar los saldos exportables; por el otro,
bien dirigido, podía acrecentar la capitalización empresaria, evitando aquella
excesiva dependencia del crédito bancario oficial –que contribuía a la escalada
de los precios- y haciendo posible prescindir de los capitales extranjeros -que
limitarían el margen de acción a la política oficial- con lo cual podían
mantenerse las banderas nacionalistas del discurso peronista.