El desarrollismo del Siglo XXI pasa por la industrialización de lo biológico | Roberto Bisang

16 de Septiembre de 2021

Roberto Bisang explica la profunda evolución del campo y los desafíos y oportunidades que representa el sector para la Argentina

¿Cuánto se parece “el campo” de hoy con el de 20 o 30 años atrás? ¿Hacia dónde avanza la producción y qué rol puede jugar el sector argentino en ese horizonte?

Roberto Bisang, a partir de su enorme trayectoria, da su mirada y destaca el enorme potencial que el país tiene para avanzar en lo que llama el desarrollismo del Siglo XXI y que consiste en industrializar lo biológico.

Bisang es profesor titular de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, fue Coordinador del Censo Nacional Agropecuario 2018 y director nacional de Estadísticas del Sector Primario en el Indec. Fue consultor de diversos organismos internacionales como la CEPAL, el Banco Mundial, el BID, la OPS, la OMS, la ONUDI y la FAO, entre otras actividades. Pero especialmente es una voz potente para hablar del campo del futuro que ya está entre nosotros.

Cuestión de rumbos

“Lo primero que hay que observar es hacia dónde va el mundo. Porque Argentina no puede pensarse independientemente del mundo. El mundo está pidiendo cuidado ambiental del cual deriva el concepto de salud única que se va a imponer crecientemente; pasaporte verde para exportar, trazabilidad, cuidados sanitarios. Segundo, la economía estadounidense y la europea van mudando hacia un esquema ambientalmente friendly. Y eso los europeos lo hacen desde la mirada más ambiental mientras los americanos lo hacen desde otra más biotecnológica de aplicación, pero eso tiene como resultado tres tendencias centrales. Todo lo que produce la tierra empezó a ser revalorizado a tres niveles. Alimentos más cercanos a la funcionalidad que a la receta de mi abuela. Segundo biocombustibles; eso llegó para quedarse porque el maíz no sólo es polenta sino etanol y subproductos, algo que pueden ver con claridad en Bio4 en Río Cuarto o en AcaBio en Villa María. Y eso va desde el etanol y el biodiésel, que es el primer escalón hacia la captura completa de cuanto desecho esté dando vuelta en las producciones de origen biológico y ya no digo más agropecuario. Y hay un tercer aspecto que es empezar a pensar en materiales que vengan de la naturaleza de manera masiva”, comienza Bisang en diálogo con Tranquera Abierta.

¿Cómo es eso

Vamos de la vieja idea de la madera a la nueva de monómeros y polímeros que provienen de alguna manufacturación de origen biológico renovable. De la soja se pueden hacer biomateriales que se están utilizando en la industria automotriz, en reemplazo inicial de los materiales dependientes de la minería y la metalurgia tradicional. Ese es el mundo al que vamos, el mundo top. Y además hay un motor de desarrollo que está anclado sobre una economía de desarrollo medio bajo, básicamente China, India, Indonesia y otros países masivos que van en el primer escalón del campo a la ciudad, de la proteína verde a la roja.

Un cambio de concepto profundo...

Lo que tenemos es una fenomenal demanda internacional por los productos completos derivados del cracking de la biomasa. Esto es industria, ya. No es agroalimentos, es repensar el mundo posfordista basado en el petróleo de los 10 dólares y la utilización de carbón, mineral a mansalva y petroquímica a gran escala, total dentro de tres generaciones alguien se hará cargo del pasivo ambiental. Los europeos están parados ahí por un tema ambientalista y los americanos lo ven más desde la biotecnología aplicada. Las apuestas que hacen Alemania, Francia, Suecia, Israel y Estados Unidos van en esa dirección. La palabra de origen es bioeconomía, captura de energía libre, conversión eficiente en biomasa, transformación de todos los desechos y subproductos y recirculación; donde la biotecnología es clave y la genética también. Ahí es donde se resignifica el agro.

¿Y dónde está la Argentina?

Vamos a un campo que va a producir monómeros y polímeros y vamos a sembrar ADNs modificados. Cultivar ADN para sacar monómeros y polímeros, que es lo que está haciendo Porta con la quimosina. Tenemos biomasa, 1.800 kilómetros con la diversidad agroecológica que se le ocurra. La riqueza de la Argentina no sólo es la Pampa Húmeda, porque se resignifica todo con esta mirada. Eso es un activo. Pero no hay bosques de maíz, no es la riqueza natural o el recurso natural en la definición convencional del Banco Mundial que dice que Qatar es un país rico en recursos naturales porque tiene petróleo. En realidad el petróleo ya está producido y la soja no, están las condiciones. Pero esa base la tenemos. Contamos con 200 ó 250 empresas de biotecnología, 60 o 70 startups dinámicas en esa línea, un número similar de Agtech. La mayría del género humano no entiende bien quiénes son esos personajes, hablan un lenguaje medio esotérico, tienen menos de 45 años, hablan la mayoría en inglés, no resisten más de 7 minutos de atención, pero están cambiando el mundo.

Y entonces...

Entonces está la conjunción entre sensorización de la maquinaria, con nuevas Apps y programas, y el mundo de la biotecnología donde la Argentina está bien posicionada. No quiere decir que tengamos a Los Angeles Lakers de Estados Unidos; pero de vez en cuando sacamos algún Ginobili. Además, hay una camada de empresarialidad del interior relacionada con la explotación de esos recursos naturales, aplicando moderna biotecnología; más el desarrollo de la genética que logra generar una clase empresarial agroindustrial, en ciernes, muy potente. Y hay genética: Angus, Brangus, garbanceros, semilleros y una tecnología de reproducción con la que termina construyendo una plataforma de genética que no la teníamos 50 años atrás, en todo el desconcierto macroeconómico. Ese es el mundo que permite ser levemente optimista. Yo miro al campo desde ahí, no la versión del campo convencional, sino esta versión XL.

¿El campo de hoy es XL?

Cuando uno va a Pergamino, Villa María, Río Cuarto, Monte Buey, Las Lajitas dónde termina la ciudad y comienza el campo. No se sabe. Antes era campo, ciudad y cementerio. Ahora el pueblo se extendió hacia el periurbano, que tiene una mezcla entre quintas de fin de semana y quintas de producción de hortalizas. Eso no estaba. Y cuando uno va al campo ahora, y en Córdoba hay mucho de esto, encuentra instalaciones de molienda dentro del campo. Porque los que hacen maíz piensan en el costo del flete y les conviene molerlo adentro y lo convierte.

¿Entonces qué es el campo hoy?

Hoy el campo es una especie de campo XL que se va moviendo del grano hacia lo más elaborado y de vez en cuando le aparece una planta de biodiésel o de etanol y está lleno de polleros y chancheros. Cualquiera de esos jugadores antes eran maiceros, productores agropecuarios, y hoy tienen 3 o 4 centros de negocios armados dentro de su producción con una imbricación local que hace que Río Cuarto, Villa María, Monte Buey, Rafaela, 9 de Julio, Charata, Quimilí o la ciudad media que quiera del interior, se vuelven polos agroindustriales. Entonces el campo tiene una vieja pátina a la Federación Agraria, Sociedad Rural o Coninagro, y este nuevo pedazo que está naciendo.

Hay un nuevo productor...

El campo XL abandonó al productor agropecuario tradicional y armó una red de producción que está matrizada en un triángulo: dos tercios de los cultivos se hacen sobre tierras de terceros en términos generales; dos tercios de las actividades que se hacen en el campo las realizan contratistas rurales; y dos tercios de lo que se arma en su función técnica de producción en el campo proviene de insumos industriales matrizado por los centros de servicios que se ven en las salidas de los pueblos. Todo eso es flexible porque se arma por contrato y ante la inestabilidad en términos macroeconómicos, más las retracciones impositivas a veces a mansalva y la mayoría de las veces hechas con criterios absurdos, implica que el modelo resiste, pero no se potencia. Entonces funciona para un número acotado de cultivos con una dinámica de flexibilidad pero encuentra dificultades cuando quiere trabajar con producciones de series largas donde tiene que clavar capital por cinco años para lograr el primer racimo de uva o 7 años para el limón. Entonces, en todo ese sector donde hay mucho terreno por aprovechar uno encuentra casos virtuosos solamente si el empresario se integra verticalmente y tiene espalda financiera. Ahí está la debilidad y el taponamiento. Aguanta, pero es como tener a Messi sin Di María y Lo Celso. Entonces se aborta en el modelo de multiplicación porque el Estado le saca una parte importante, lo presiona y lo deriva a otro sector. Entonces, somos muy buenos en las primarias de 12 cultivos más algunas regionales, llegamos al crashing para exportar pellets y nos falta la segunda y tercera carta para exportar alimentos terminados. Pensemos cuántas plantas nuevas de fideos se inauguraron en los últimos 20 años o cuántos frigoríficos. Esa parte no tiene promoción industrial, no tiene anclaje y tiene controles de precios debido a la mesa de los argentinos.

Eso funciona como un tapón...

El mundo demanda alimentos, tenemos la base armada hasta la primera etapa y hacia adelante, que es donde está el efecto multiplicador fenomenal, por diversas razones no está desarrollado. El principal elaborador de carne de cerdo y productos derivados es Dinamarca, ¿qué ventaja comparativa e inicial tiene para hacer eso? La inteligencia colectiva.

¿Qué falta para romper ese tapón y lograr ese desarrollo en los escalones siguientes?

No hay un solo disparo ni ese solo disparo logra la potencialidad en dos o tres años. Se necesita una Cancillería que le abra las puertas de los mercados de productos terminados. No es tan fácil colocar fideos de marca en cualquier lado. La Cancillería tiene que pensar en lo que ellos llaman las crestas. A medida que sube el valor agregado en el exterior te ponen más trabas y hay que hacer una política para contrarrestarlo. Segundo, si un gerente de banco le tiene que prestar a una empresa alimentaria, a una automotriz o a una persona que tiene un salario y busca sacar 30 cuotas para comprar el último iPad, ¿a quién le presta? Se lo va a prestar a los sectores que están promocionados. Entonces el modelo está mirando otra cosa; mira consumo o por alguna razón política a otro sector. Tercero, es necesario un acuerdo político de base sobre el cual después pueda hacer el show de los planes agroalimentarios. Los planes estratégicos son conclusiones de acuerdos políticos de base y esos acuerdos son empresario-político. Sobre esas tres más un adicional de educación es sobre lo que se construye. Y así lo hace Europa, Brasil o Paraguay. Me animaría a decir que el gabinete de los cordobeses va en esa dirección, pero no es lo que piensan habitualmente los que ocupan los ministerios de Producción e Industria en Capital Federal, ni en el de Agricultura que está orientado para otra lógica.

¿Para qué está el sector en Argentina?

Puede ser un modelo de desarrollo posible, distinto. Un desarrollismo del Siglo XXI pasa por la industrialización de lo biológico. Hoy el sector más dinámico pasa por alimentos, biomateriales y bioenergía. Esa es la matriz: la industrialización de lo biológico, que es el campo en fase 3, más el mundo de la Salud que la Argentina tiene desarrollado mucho más de lo que la gente cree, y se lleva el 10% del PIB.