Si se regula el uso adulto se podrían generar unos US$ 500 millones | Andrés López

21 de Julio de 2021

La semana pasada, el senado argentino dio media sanción al proyecto para regular la industria del cannabis medicinal y el cáñamo.

La iniciativa fue presentada por el Ministerio de Desarrollo Productivo, a cargo de Matías Kulfas. Además de los proyectos que habían presentado las diputadas Mara Brauer y Carolina Gaillard, hubo un fuerte trabajo dentro del propio ministerio para elaborar la iniciativa y para el que se realizó una investigación de la cadena del valor del cannabis a nivel internacional.

Detrás de ese estudio de casi cien páginas hay una persona: Andrés López. López es economista, docente y Director del Instituto Interdisciplinario de Economía Política (IIEP), de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Conicet.

Fue él quien desarrolló ese documento que resulto fundamental para que el Poder Ejecutivo tomara la decisión de avanzar en la presentación del proyecto de ley.

Se trata de un plan que apunta a darle un marco legal a la producción de cáñamo. Una industria que quedó suspendida en los años 70 y con la cual se pueden hacer desde productos textiles, hasta bioplásticos y alimentos.

Además, con amplio acuerdo de las provincias, se busca impulsar la producción de cannabis y derivados para uso medicinal y terapéutico.

Es algo que hasta el momento sólo está permitido a partir del cultivo personal y solidario, o bien a través de la importación de extractos.

Un nuevo esquema productivo
López conoce en detalle todo el escenario económico que generó la prohibición. Su camino de investigación sobre los mercados ilegales de diferentes sustancias comenzó por casualidad: “Con mi esposa nos enganchamos con la serie The Wire, en la que todo gira entorno al narcotráfico. En un capítulo, cae un capo narco y los investigadores empiezan a ver su biblioteca, donde aparece el libro de Adam Smith, La Riqueza de las Naciones. Entonces, me pregunté si había economistas que hablaran sobre esto y me di cuenta que se escribía poco”, recuerda el economista.

Luego, junto con otros colegas de la facultad armaron un blog y se puso a escribir frecuentemente sobre el tema. En 2019, López publicó el libro Narcoeconomía: aportes para un debate informado, en la que detalla el fracaso de la guerra contra las drogas y sugiere nuevas líneas de investigación. Tiempo después llegaría a la función pública.

El ministro Matías Kulfas convocó a López para formar un consejo asesor para el cambio estructural de la producción, con la idea de generar nuevos rubros en el país.

“En la primera reunión preguntan ‘¿qué sector sería interesante?’. Y contesté ‘cannabis’. Estaba familiarizado con el asunto y nos pusimos a trabajar para conocer un poco más”, cuenta López.

La investigación transcurrió durante los primeros meses de la pandemia y no solo detalla a los principales jugadores del mercado, sino también la potencialidad que Argentina puede tener con un marco regulatorio que habilite la industria del cannabis.

¿Qué sectores dentro del rubro del cannabis Argentina tiene más posibilidades de destacarse?
Hay todo un mundo de la industria del bienestar donde hay muchas posibilidades. El aceite a base de semillas tiene un alto poder nutritivo. Me parece interesante el rubro alimenticio, e incluso de procesamiento, es donde yo prestaría más atención. No veo que mañana salgamos a exportar flores a bajo costo para hacer tipo commoditie. Hay países que lo hacen más barato, tienen mejores condiciones climáticas, con menor costo de mano de obra y cercanos a los mercados de Europa y Estados Unidos. Más bien veo al área de derivados para el país.

¿Hay algo que te haya sorprendido en el estudio sobre la cadena de valor del cannabis?

Lo que más me llamó la atención fue el comentario de un colega que trabaja en economía agropecuaria. Él me dijo: “el cannabis es como el maíz hace 300 años”. Falta mucho por entender la planta para hacer una producción a escala. Creo que está en ciernes un proceso donde va a haber mucho desarrollo una vez que los mercados empiecen a andar y se habilite más la investigación. Es algo más complejo que plantar romero y es interesante para los que se dedican a la genética.

¿Qué mecanismos habría que implementar en Argentina para evitar que pocas grandes empresas copten el mercado, como sucede en Estados Unidos o Colombia?

El tema está en cómo ayudamos a los pequeños productores a que cumplan los requisitos. Por ejemplo, una parte importante debe ser orgánico, al menos para algunos mercados. Además de los cupos que se les otorguen, hay que formarlos en las buenas prácticas agropecuarias. Lo mismo para evitar problemas ambientales, sino esto va a ser un boomerang. Van a decir que los hippies rompieron todo. Tiene que haber un rol del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) o el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) para enseñarle a la gente. Se puede organizar y debería ser una política importante.

En el debate que está sucediendo en el Congreso, algunos dicen que los cupos deberían estar delimitados en la ley, ¿Qué opina usted?

A mi me parece mejor que se ponga en la reglamentación. Si se pone en la ley, y en el futuro se debe modificar, hay que hacer otra ley. Cuando abrís un cambio a una ley, también se abre el riesgo a que cambien otras cosas.

En el estudio también se destaca la oportunidad de diversificar la economía, ¿en qué sectores o regiones del país sería más relevante el cannabis?

En el norte, todas las provincias producen tabaco, que se trata de un producto en que el consumo está cayendo gracias a campañas, restricciones para fumar y cambios de hábitos de vida. Esas productoras reciben un subsidio del Estado, a través del Fondo Especial del Tabaco. Ese fondo subsidia una producción nociva para el consumidor. Uno de los temas que puede ser potencialmente interesante es como facilitar que los tabacaleros se pasen a producir cannabis. Lo veo con potencia: ahí hay una oportunidad para diversificar la producción agrícola. Hay oportunidad desde lo agroecológico y para lo medioambiental.

Una regulación integral
El límite es claro: el proyecto no modifica la ley penal. Sólo el cultivo y la tenencia de cannabis enmarcado en los usos medicinales dejará de ser considerado «estupefaciente». Cuando se trata de cualquier otro fin, seguirá siendo penado: según números oficiales el 66% de las detenciones es a usuarias y usuarios.

En ese contexto, no sólo la economía está en juego. Pero incluso desde una mirada enfocada en los números, la falta de ampliación de derechos es un impedimento para pensar en otros escenarios.

¿El cannabis podría salvar la economía argentina, en este contexto de crisis agravada por la pandemia del coronavirus?

Estadísticamente, me parece dificil que eso pase. Sí puede ser un negocio importante. Mover la economía argentina con esto no va a ser suficiente, pero es parte de la idea de Kulfas en la que no vamos a encontrar una bala de plata como otra soja u otra Vaca Muerta. Sino, como diversificamos. No sé si el cannabis va a salvar nuestra economía, pero es una industria atractiva. Va a depender de cuánto avance la investigación y en desarrollos del cannabis para usos que todavía no están muy avanzados en el que hay potencial, además del medicinal.

¿Se refiere al uso adulto o recreativo?

Claro. Lo que podría agregar mucho volumen es si se habilita el uso recreacional. Como mínimo, hay 900 mil personas que fuman regularmente, según datos del Sedronar. Ahí podría haber un mercado relevante. De una sola cuenta, y asumiendo los supuestos de cuánto cannabis se consume en Argentina, tal vez haya 500 millones de dólares fácilmente.

Si Argentina finalmente toma la decisión de regular integralmente el cannabis, ¿qué modelo de mercado «recreativo» se imagina?

Oportunidades hay. El problema es qué modelo de legalización se va a dar. En Uruguay han sido muy restrictivos, no se puede salir a hacer propaganda de cannabis, ni snacks, bebidas. Es un modelo sanitario más que económico. Creo que eso también fue porque había mucha resistencia en la gente y acá pasaría lo mismo. Si uno quiere hacer algo comercial, donde haya coffee shops, turismo cannábico y demás, se va a hacer dificil. Van a decir que es un descontrol. Gente que pasó por esos procesos en otros países me recomiendan que arranquemos de a poco y que no pongamos un porro al lado de una hamburguesa. Sino, terminás matando al proyecto por las amplias posiciones conservadoras de la sociedad. Podría haber estrategias intermedias entre el mercado libre y la cuestión restrictiva uruguaya: límites en dónde consumir, que no se venda a menores y tampoco propaganda. También tendría que haber cosas en el mercado que no se pueden hacer en el hogar, como productos alimenticios o bebidas; formas de consumo que no sean solo un porro.

¿Y cómo se prepara a la sociedad para que acepte el negocio del cannabis?

Hay que confiar en la sociedad civil alguna vez. Antes, habría que hacerse una campaña de información y mostrar qué pasa en los lugares que se legalizó. Como Silvia Kochen, del Conicet, que habló en el Senado y dijo que no existe la sobredosis de cannabis. La gente no sabe eso; mi suegra no lo sabe. Para abrir ese debate tenemos que  empezar a formar y que la gente tenga información precisa, no solo prejuicios.